Ocho apuntes de urgencia
sobre el atentado terrorista en Francia
Que estas cosas no muevan al
odio, sino a la reflexión, para entender que el sufrimiento que hoy viven en
Francia, se vive a diario en muchas parte del mundo, incluídas nuestras propias
fronteras, y parece que solo cuando no toca "a nosotros" es noticia
de impacto...
1) Mi condena sin paliativos al
atentado terrorista en Francia. Una salvajada, incomprensible e injustificable,
que pone en bandeja de plata la cabeza de los franceses a manos del FN, entre
otras muchas cosas. Mi máxima solidaridad con las víctimas y sus allegados. Mi
apoyo total a la revista afectada y a la libertad de expresión.
2) Van 12 muertos. Todavía son
tres menos de las 15 personas que el estado español ASESINÓ en la frontera de
Ceuta, disparando pelotas de goma contra pobres que simplemente trataban de
llegar a nado a una playa en busca de una vida mejor. Entonces no hubo tanto
escándalo, claro. Incluso trataron de taparlo con mentiras y engaños, negando
los disparos y llegando a responsabilizar a las propias víctimas de tales
muertes. Tan asesinos los terroristas de hoy, como los de entonces. Aunque
moleste.
3) Cuando un fanático, rubio y
fascista, entró en una pequeña isla Noruega y asesinó a decenas y decenas de
personas, jóvenes y adolescentes en su mayoría, argumentando razones
ideológicas y religiosas para ello, nadie acusó al cristianismo por ello.
4) En 2014 casi 5000 personas
perdieron la vida en "tragedias" migratorias, causadas de forma
directa por las políticas migratorias propias de los estados capitalistas. A
pocos de los que hoy tanto se escandalizan y claman al cielo contra el Islam,
les importa, y si hablamos de las diferentes coberturas en los medios, mejor ni
hablamos.
5) Las bombas siguen cayendo y
matando gente en Iraq, Siria, Afganistán, Pakistán, etc, etc., cada día, con la
complicidad, entre otros, del gobierno francés, responsanle directo de la
masacre de miles y miles de libios, entre otras. Tampoco impacta tanto e
incluso hay quien dice, cuando tales bombas caen de aviones
"aliados", que es en nombre de la "libertad" y la
"democracia". Sin olvidar que las propias potencias occidentales han
financiado engendros como el ISIS y/o mantienen relaciones excelentes con
gobiernos autoritarios que los amparan y financian. Fanatismo.
6) Las religiones no matan, matan
las personas. Mi máxima solidaridad con toda la comunidad musulmana que no
apoya ni apoyará jamás que estas barbaridades se cometan en su nombre, que son
la inmesa mayoría, de la misma manera que la mayoría de personas en los estados
occidentales no apoyamos las barbaries que se cometen en nuestro nombre a
diario allende nuestras fronteras.
7) Mi máximo desprecio por el
fanatismo irracional que, valga la redundancia, desprecia el valor de la vida
humana, sea en nombre de una religión, sea en nombre de la
"democracia" o sea en nombre del Dios-Mercado y sus leyes
migratorias.
8) Que estas cosas no muevan al
odio sino a la reflexión, para entender que el sufrimiento que hoy viven en
Francia, se vive a diario en muchas parte del mundo, incluídas nuestras propias
fronteras, y parece que solo cuando nos toca "a nosotros" es noticia
de impacto.
Pedro Antonio Honrubia
Hurtado
..................................................................................................................
París era una guerra
Halim Mahmoudi, dibujante y viñetista francés de origen
argelino, autor de Arabico, una novela gráfica sobre el racismo
francés contra los inmigrantes, denunciaba en una entrevista de 2009 la censura
ejercida sobre los caricaturistas, reprochaba a las caricaturas de Mahoma
del Charlie Hebdo que carecieran de gracia y defendía la libertad
de expresión -para empezar la suya, siempre amenazada o limitada- como el
derecho a hacer reír sin compasión, “con los dientes cerrados”, para señalar un
conflicto o un dolor. Halim Mahmoudi, amigo de algunos de los dibujantes
asesinados en París el lunes pasado, escribía hace unos días un larguísimo post
en Facebook, amargo e impotente, donde denunciaba el “laicismo de fachada” que
había conducido a tantos como él, franceses que se esforzaban desde niños por
ser franceses, a una posición insostenible “con un pie en el mundo árabe y otro
en occidente, con un pie en los barrios y otro en Francia, con un pie en el
anonimato y otro en la auto-censura, con un pie en el dolor y otro en la
cólera”. Pero no quiero empezar por mal camino. Precisamente me acordaba de
Halim Mahmoudi a propósito del valor sintético, discreto y contundente de los
dibujos, que a veces pueden decir lo que de palabra resultaría burdo o
demagógico o justificatorio o -por todos estos motivos- inaudible.
He visto dos viñetas que
hacen reír “con los dientes cerrados”. En una se ve a una mujer con velo
-quizás palestina o iraquí o siria- protegiendo a un niño con su abrazo
mientras dirige una súplica inútil a un bombardero que sobrevuela su cabeza:
“je suis Charlie”. En otra, un inmigrante negro es cacheado contra la pared por
un policía “laico y republicano”; el inmigrante dice “je suis Charlie” y el
policía responde sin quitarle las manos de encima: “yo también”. No sólo hay
muertos y muertos; hay “Charlies” y Charlies” y conviene que nos lo recuerde un
dibujo y no un izquierdista cargado de razón al que nadie va a escuchar. Porque
el problema es que los europeos vivimos en sociedades en las que gente muy
buena y muy sensata ha interiorizado con toda naturalidad que es más grave
matar a 12 periodistas blancos que a -pongamos- 10.000.000.000 de musulmanes o
de negros o de indígenas o de marcianos. Y que, por lo tanto, es bueno,
sensato, decente y humano solidarizarse con los asesinados del Charlie
Hebdo pero no con los musulmanes o los negros o los indígenas o los
marcianos. ¿Solidarizarnos con los que iban a matar a nuestros
periodistas del Charlie Hebdo? Es esta asunción natural, moral, de
la “diferencia” por parte de gente buena y sensata la que, como ocurrió hace
pocas décadas con los judíos, debería preocuparnos.
De nada sirve, en todo
caso, hablar de los crímenes del imperialismo porque una verdad repetida en los
márgenes se vuelve propaganda (en sentido inverso a las mentiras repetidas
desde el centro). Hay que dirigirse a la gente buena y sensata; ponerles
ejemplos que entiendan. El de los judíos es particularmente clarificador. Hace
cien años los judíos en Europa eran perseguidos, humillados, rechazados y todos
sus esfuerzos de integración eran respondidos con desconfianza, exclusión y violencia. Hitler pudo
matarlos más tarde porque una buena parte de la población europea, gente buena
y sensata, nunca había considerado compatriotas a los judíos y permitió o
aplaudió su exterminio. Frente a Hitler, el movimiento sionista aprovechó
precisamente el racismo de la gente buena y sensata para aumentar la presión
sobre los judíos -sin desdeñar el uso del terrorismo-, para evitar la
asimilación y para fomentar de esta manera la emigración a Palestina. Autores
judíos como el austriaco Karl Kraus o el alemán Victor
Klemperen vieron con mucha claridad y denunciaron sin reservas esta
convergencia de intereses entre el antisemitismo y el sionismo. Para que lo
entienda la gente buena y sensata, hoy ocurre lo mismo con la islamofobia y el
yihadismo. Del mismo modo que el judaísmo es una religión racializada por el
antisemitismo y el sionismo, el islam es una religión racializada -en las
metrópolis pero también en las países de origen- por la islamofobia y el
yihadismo. Al Qaeda y el Estado Islámico están muy interesados en que el
aumento del racismo europeo multiplique el apoyo a sus delirios fascistas como
los líderes sionistas siempre confiaron y siguen confiando (basta pensar en las
declaraciones de Netanyahu en París) en que el antisemitismo
atraerá judíos asustados al proyecto delirante del Estado Judío. Muchos seres
humanos en todo el mundo -musulmanes, cristianos, judíos y ateos- no
consideramos justificado ni el sionismo ni el yihadismo por muy innegables,
abominables y agresivos que sean el racismo y la islamofobia europeas. Hoy los
judíos están a salvo; e incluso han sido promovidos por fin a europeos
honorarios gracias a los crímenes de Israel, pero no deberíamos olvidar la
suerte de millones de víctimas en campos de concentración y cámaras de gas. A
la gente buena y sensata de hace dos siglos, de hace un siglo, de hace sólo 70
años, le parecía lo normal y lo moral perseguir o justificar la persecución de
los judíos; nuestra normalidad y moralidad a la hora de tratar hoy el islam y a
los musulmanes debería alertarnos sobre las grandes violencias que estamos
incubando. Recordemos, en efecto, que el nazismo no sólo convirtió en sionistas
a miles de judíos que querían ser alemanes o austriacos o polacos y no sólo
persiguió y mató judíos que nunca fueron sionistas; significó un vuelco
civilizacional sin precedentes y mató también miles de homosexuales,
izquierdistas y liberales.
La manifestación del
domingo en París mezcló a gente buena y sensata con gente que quiere incendiar
Europa y el mundo. Frente al crimen fascista del pasado lunes, todo el mundo
tiene derecho a sentirse bueno y sensato al lado de otros. Todo el mundo no. La
presencia de líderes políticos con credenciales poco democráticas (empezando
por el propio Rajoy) y, sobre todo, la presencia de Netanyahu,
responsable hace sólo unos meses de la muerte de 500 marcianos (quiero decir
500 niños palestinos) despojó de ese derecho a los mismos que la islamofobia
hace responsables del atentado del Charlie Hebdo. Yo, por ejemplo,
no hubiera ido a la manifestación y me hubiese sentido frustrado y al mismo
tiempo culpable. Imaginemos a todos esos franceses musulmanes, chantajeados y
asustados, arrinconados en sus casas, que necesitaban expresar su bondad y
sensatez, como todos los demás, que se sentían al mismo tiempo presionados a
hacerlo, como presuntos cómplices “ideológicos”, y que estaban impedidos de
participar por la presencia de Netanyahu. Los árabes y musulmanes a los que la
presencia de Netanyahu privó de su derecho a ser buenos y sensatos al lado de
sus compatriotas eligieron de algún modo ser malos e insensatos; se pusieron a
sí mismos del lado de “los enemigos de Francia” y de la “libertad de
expresión”. Curiosa paradoja: la presencia de un criminal de guerra en una
manifestación contra el crimen obligó a autocriminalizarse a los que se negaron
a compartir con él esa “unión sagrada”. La presencia de Netanyahu, a la que hay
que añadir las banderas israelíes, los eslóganes excluyentes (no había ningún
“yo soy musulmán”, pese a la religión del policía Ahmed Marabet, y
sí un “yo soy judío”) y el uso retórico del concepto de “unión sagrada”
convirtió la manifestación en un acto de solidaridad orgánica interna: la
reunión privada de un club de 1.700.000 personas que se sentía buena al lado de
gente que quiere incendiar Europa y el mundo. No es el número el que define un
acto público; el efecto -se verá en los próximos días- es el de dividir Francia
y Europa al margen del espacio público; es decir, al margen del derecho y de
los principios republicanos.
La hermosísima emoción
de toda esa gente buena y sensata, en estas circunstancias, hace temer lo peor.
Ocurre siempre. Tras el primer momento de estupor, en el que la “unión de los
espíritus” se ha expresado a través de los mejores sentimientos, el mismo impulso
emocional exigirá sacrificios: exigirá sacrificar a alguien y sacrificar, sobre
todo, los propios valores allí nombrados con tanta emoción. La emoción, tras
el shock unificador, se vuelve siempre justiciera. Y toda
reclamación justiciera pone en peligro la justicia. Los europeos, que son
desdichados, necesitan sentirse al menos buenos. Lo más fácil es sentirse bueno
contra otro. Francia y Europa, como recuerda el caricaturista Halim Mahmoudi,
llevan construyendo ese otro, en los barrios de Europa y en las cárceles del
mundo árabe, muchas décadas. El Estado Islámico ha venido, tras la derrota de
las revoluciones árabes, a echarles una mano.
En estos momentos hay
que dirigirse a las personas buenas y sensatas para que entiendan lo que está
en juego y razonen con cuidado. En realidad es todo bastante sencillo. Seamos
coherentes con los principios emanados de nuestra bondad y sensatez:
- Si el Estado Islámico ha atacado la libertad de expresión y la democracia, habrá que defender la libertad de expresión y la democracia. Pidamos, pues, más libertad de expresión y más democracia: ése es el único sentido auténtico de “laicismo”. Ya vemos que las medidas reclamadas y anunciadas van en dirección contraria, tanto en Francia como en España: cierres de fronteras, deportaciones, más leyes de excepción y más recortes de libertades. Es fácil entender que la nueva “guerra antiterrorista” va a ser rentabilizada por la ultraderecha en toda Europa; y en España por Rajoy y el PP, en sus horas más bajas, que no por casualidad resucitaron de nuevo ayer la amenaza de ETA deteniendo a 12 abogados en el País Vasco. El atentado de París y la manifestación del domingo, en la que participó nuestro presidente del gobierno, artífice de la ‘ley mordaza’, serán instrumentalizados, de una manera u otra, contra Podemos y contra toda opción de cambio. En España, cuya población es más sensata y menos racista que la francesa, no deberíamos permitirlo.
- Si se trata de defender a los
ciudadanos, habrá que defender primero a los más vulnerables. Y los más
vulnerables son sin duda los musulmanes europeos, pinzados entre la
presión racista y la presión yihadista. En defensa de la libertad, la
democracia, el derecho y los principios republicanos, nuestra prioridad
debe ser proteger a los musulmanes europeos, los judíos de hoy, para que
no les ocurra -con las consabidas consecuencias- lo mismo que a los judíos
de ayer. A pesar de la presión convergente del racismo laico y el
yihadismo religioso, la mayor parte de los árabes y musulmanes de Europa y
del mundo son inexplicablemente pacíficos. Son, además, como recordaba el
otro día, tanto las víctimas preferidas como los opositores directos del
Estado Islámico.
Hay muchos motivos para
estar preocupados. Cuidado con las emociones fuertes. Locos ha habido siempre y
han matado en nombre de todo y de cualquier cosa: de la guerra y de la paz, del
espacio vital y de la democracia, del laicismo y de Dios. Hoy, es verdad, un
par de locos pueden hacer mucho más daño que hace un siglo. Pero mucho más daño
pueden hacer los cuerdos que utilizan la locura de los locos -y el terror de
los buenos y sensatos- para proteger sus intereses incluso al precio de un
nuevo vuelco civilizacional. Esos cuerdos están en nuestros gobiernos y deben
asustarnos aún más que los yihadistas y sus matanzas -porque estos son en
parte, de alguna manera, sus hijos bastardos.
Santiago Alba Rico es filósofo y
columnista.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/01/13/paris-era-una-guerra/6699
Fuente: http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/01/13/paris-era-una-guerra/6699
No hay comentarios:
Publicar un comentario